Los conciertos en Manila tendrían lugar el día 4 de julio de 1966 en el Rizal Memorial Football Stadium, en sesión de tarde y noche, pero los problemas comenzaron prácticamente desde el momento en el que aterrizaron, ya que su primera obligación fue atender a los medios en una rueda de prensa, algo que hicieron a desgana, en parte por el cansancio y en parte porque estaban cansados de que se les planteasen constantemente las mismas (y absurdas) preguntas. También evidenciaron un desconocimiento del país en el que se encontraban, algo que se había vuelto habitual, dado el frenético ritmo que llevaban, que les impedía además disfrutar en sus estancias de los diferentes países que visitaban: únicamente conocían los hoteles en los que se alojaban, los estadios en los que tocaban y las fuertes medidas de seguridad alejando a las multitudes enfervorecidas. Todo lo que sucedió en aquella rueda de prensa fue visto por los medios como un desdoro, creando ya desde la llegada de los Beatles un cierto malestar y transmitiendo una imagen negativa del grupo y de su visita.
Acrecentada por parte de la propia prensa, cuando el periódico local Manila Sunday Times anunció que los Beatles iban a honrar a Imelda Marcos, por aquel entonces primera dama de Filipinas, y a tres jóvenes de la familia Marcos con pases especiales para sus conciertos, así como con una visita al Palacio de Malacañán (residencia oficial de la presidencia filipina) en la mañana del día 4. Sin embargo, nada de esto estaba en la agenda de los Beatles, quienes solo habían conocido, de manos del promotor local, Ramón Ramos, una breve visita al Palacio una hora antes del primer concierto (programado a las 4 de la tarde), cita que habían rechazado desde el primer momento, puesto que deseaban llegar al estadio con antelación suficiente para poder realizar los ensayos y pruebas de sonido pertinentes.
Así las cosas, y para evitar mayores tensiones, fue al parecer el promotor local quien dejó las cosas estar durante aquel domingo. La mañana del lunes, el día señalado para la supuesta cita en palacio y los dos conciertos, fue Brian Epstein, manager de los Beatles, quien se negó a que el cuarteto acudiese a aquella recepción oficial, y se centraron en las actuaciones que darían esa tarde y noche. Ambos conciertos fueron un rotundo éxito, congregando un aforo de treinta mil personas el primero y cincuenta mil el segundo (convirtiéndose así en el segundo concierto más multitudinario de la historia de los Beatles, solo superado por el celebrado en el Shea Stadium de Nueva York en 1965).
Sin embargo, lo que parecía haber sido una jornada para el recuerdo en la carrera de los cuatro de Liverpool pronto se tornaría en pesadilla: la prensa, con el Manila Times a la cabeza, comenzó a hacerse eco del desplante que los Beatles habían hecho a la Primera Dama, exagerando la historia en su beneficio. Si el día 3 publicaron que la cita en el Palacio reuniría a los músicos con Imelda Marcos y tres jóvenes fans de su familia, el día 5 las noticias que veían la luz hacían referencia a una multitud de niños invitados a Palacio para conocer al grupo que esperaron durante horas para terminar yéndose, desilusionados y entre lágrimas, sin haber podido saludar a sus ídolos.
Esta noticia causó gran agitación social, llegando a recibirse amenazas de bomba y de muerte tanto en el hotel en el que se alojaban los Beatles como en la embajada británica.
En cuanto fue consciente de la magnitud del asunto, Brian Epstein trató de ponerle remedio y lavar la imagen pública de los Beatles en Filipinas a través de un comunicado televisado en el que la banda aclarase el malentendido y se disculpase con sus fans. Pero tampoco funcionó: un fallo en la emisión provocó que se emitiese únicamente una señal de vídeo, sin audio, de manera que no se pudo escuchar lo que los Beatles tenían que decir, y, con los ánimos caldeados por las noticias recientes, se interpretó más como una nueva burla de la banda que como un desafortunado error.
La salida del país tampoco fue fácil, ya que se les exigió el pago de una serie de tasas e impuestos de las que, en teoría, debía hacerse cargo el promotor local, pero que fueron demandadas al grupo. El dispositivo de seguridad fue anulado, de modo que el desplazamiento al aeropuerto fue una carrera de obstáculos, cuya última etapa fue la más complicada y surrealista: con la connivencia del jefe del aeropuerto, las escaleras mecánicas fueron desactivadas, y finalmente los Beatles fueron alcanzados por una tumultuosa multitud que, según publicaría el Manila Times con el mismo sentido de la realidad que ya había demostrado previamente, propinaron respectivas palizas a los miembros del grupo y a sus acompañantes; aunque en realidad, y tal como declararon ellos mismos, solo recibieron algún que otro empujón. En cualquier caso, subir al avión no fue el alivio definitivo, una vez embarcados y antes de despegar, el piloto recibió la orden de que Mal Evans y Tony Barrow debían descender del avión. En declaraciones posteriores, Barrow comentaría que temió ser detenido o incluso algo peor, llegando a exclamar, antes de abandonar la cabina de pasajeros: “Decid a mi esposa que la quiero”.
Una vez en tierra, Evans y Barrow descubrieron que se les había hecho bajar a ellos dos como representantes de todo el grupo, para explicarles que, en un muy oportuno fallo burocrático, se habían perdido los papeles de entrada al país, de modo que los Beatles y todos sus asistentes constaban como inmigrantes ilegales, y por tanto no podían abandonar el país hasta que no regularizasen su situación. Tres cuartos de hora más tarde, con el papeleo resuelto, el avión despegaba, para alivio de sus pasajeros.
Quién sabe si por el riesgo a un conflicto diplomático o si motivado por alguna otra razón, poco después de que los Beatles abandonasen Filipinas para nunca más volver, el Presidente Marcos publicó un comunicado oficial, en el que se reconocía que no había habido por parte de los Beatles ninguna intención de faltar al respeto o causar ofensa ni a la primera dama, ni al Gobierno, ni a la República de Filipinas. Este mensaje, publicado tardíamente y que no pretendía apaciguar los ánimos durante la visita de los músicos sino cerrar un episodio de tensión social, puso punto y final a una aventura asiática en la que los Beatles hicieron historia una vez más: tanto en Japón, estrenando el Budokan como recinto de conciertos, como en Manila, logrando el segundo concierto con mayor asistencia de su carrera.
La idea de abandonar los directos y dedicarse únicamente a la grabación de discos resultaba más que tentadora para los Beatles. Después de la negra experiencia que vivieron en Manila, abandonar las giras no era sino la única opción viable.
Los Beatles habían llegado a ser un fenómeno incontrolable incluso por ellos mismos, cuya magnitud no conocía límites, y su popularidad, la imagen pública que ofrecían y la influencia que ejercían en un amplio sector de la sociedad les convertían en algo más que músicos precisamente, tras la minigira asiática, los Beatles se vieron inmersos en una nueva polémica por las declaraciones de Lennon de ser “más populares que Jesús”, una posición cada vez más difícil de manejar.
Videos de su paso por Manila
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Imágenes de su paso por Manila
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